Hay momentos en la vida en los que parece que el tiempo se hubiese estancado, como si estuvieses viviendo el día de la marmota una y otra vez. La fatigosa rutina se instala en ti y comienza una espiral de la que salir la ves misión imposible. Te haces mil y una preguntas de porqué has llegado hasta esa situación, de porqué ya nada te ilusiona. Te surgen las dudas sobre qué es lo que te ha pasado para que sientas como si tu vida girara en una continua rueda de aburrimiento y monotonía.
Créeme si te digo que yo pasé por esa situación, que me sentí perdida sin saber quién era, que lo que me rodeaba carecía de interés y que miraba la vida pasar como si fuese un tren que siempre volvía a la misma estación.
No sé muy bien por qué pasó. Quizás por un cúmulo de situaciones, experiencias y dinámicas que llevaba arrastrando desde hacía tiempo. Acabé por perder la perspectiva de quién era, y sobre todo, la noción de qué hacer realmente con mi vida.
Esa sensación de vacío, de faltarte algo en tu vida con lo que poder avanzar, es simplemente la ausencia de motivación. No tener un objetivo, una meta con la que ilusionarte porque has llegado a un punto en el que piensas que cualquier cosa que te propongas no sabrás hacerla o te saldrá mal. Ya ni te acuerdas que era eso de hacer algo ilusionante y poder creer en ti ¿verdad?
Pero ¿qué objetivo o meta marcarte si no sabes qué hacer con tu vida? Y aquí volvemos a la casilla de salida, a la casilla de la motivación. Toca volver a conectar con aquello que te gustaba, con lo que te ilusionaba o con lo que pensaste algún día hacer y lo dejaste aparcado por falta de tiempo.
Es como ir picoteando de flor en flor. Prueba tras prueba. ¿Te apetecía comenzar un curso de pintura y nunca te decidiste a hacerlo? Pues a probar. ¿Te gusta la fotografía y alguna vez pensaste mejorar tu técnica? Pues ve a por ello. Hay mil y una cosas que hacer, que experimentar y seguro que entre todas ellas, alguna te hará sentir como tú quieres estar. Solo hay que buscar y probar. Que no es lo que tu creías, pues a por otra cosa. De este modo iniciarás una espiral de automotivación que te llevará a lo más importante, a la acción.
Es el momento, más que nunca, de volver a creer en una misma, de dejar atrás pensamientos que ya no nos aportan y centrarte en lo positivo. Eres madre, no tienes tiempo para nada porque tus hijos junto con el trabajo te absorben el día a día y cuando por fin tienes un ratito para ti, acabas como una zombi tirada en el sofá, agotada. ¿Qué hacer entonces? No desesperes. Piensa que no estarás toda la vida en esa situación, que los niños van creciendo y que sin darte cuenta el tiempo irá volviendo a ti.
Busca pequeños momentos, de diez, veinte minutos, media hora o del tiempo que puedas disponer. Lo importante es que te marques esas pausas en tu día a día. Aprovecha para buscar información de algo que te interese, leer sobre una temática que te atraiga, escuchar música, ver un ratito de tu serie preferida. La idea es que vuelvas a conectar con algo que te haga sentir la persona que quieres ser.
Y para conectar te debes priorizar. Porque solo tú tienes la llave de tus emociones, de tus sentimientos, de tus pensamientos.
Te invito a que cierres los ojos y te imagines en el final de ese camino, con esa motivación que has vuelto a encontrar… ¿cómo te sientes?... feliz, con energía, positiva, libre, tú…
Reconectarte con esa persona que tiene que volver a encontrar su propio camino de ilusiones, de desafíos, de momentos. Poco a poco sentirás, que esa parte de ti que habías olvidado regresará, volviendo a girar la rueda de tu vitalidad y de tu motivación.